YO, ASESINO
Editorial: Norma Editorial
Fecha de publicación: 2015
Guionista: Antonio Altarriba
Dibujante: Keko
Reseña: Ñoño Cool
“Matar no es un crimen, matar es un arte”.
Hubo un tiempo donde solo leía comic de superhéroes, un tiempo donde mi única fuente de tebeos era lo publicado en el mercado de USA, donde me expandí además al mundo del manga, y en el que finalmente entré de lleno en el mundo del comic europeo. Es gracioso que mi primer comic con el que inicie el camino fuese Asterix, una publicación franco-belga, y aún así el nutrirme de obras venidas de Europa fuese el último paso en la larga cadena de mi evolución como lector del noveno arte.
Me alegro como resultaron las cosas eso sí ya que por lo tardío, hay una enorme cantidad de productos de la mayor calidad que desconocía y que puedo terminar devorando con ganas una tras otra. Una de estas es la creación de dos multipremiados autores españoles, Keko y Antonio Altarriba, conocida solamente bajo el nombre de “Yo, asesino”.
El dúo funciona como una verdadera relación simbiótica entre guionista e ilustrador, sin Keko no podría Antonio ser tan magistral como termina siéndolo y viceversa, pues ambos potencian las fortalezas del compañero y dan vida al que tal vez podría haber sido el mejor tebeo impreso en el año de su publicación.
No importa el medio de ficción, tanto el cine, la tv, teatro, comic, animación, novelas, etc. por norma general cuando van a presentar un asesinato o le entregan una razón detrás que lo culpabilice para que nos quede la sensación de que matar es malo y reprochable; o por otro lado lo justifican lo suficiente para que comprendamos al asesino y sus motivos, por ejemplo que mate a un villano o criminal que “se lo merecía” o sufra una enfermedad o condición mental que le impulse a ello sin poder detenerse.
Por eso los escasos asesinos que se escapan de esas reglas en la ficción normalmente son los que más se quedan en el inconsciente del lector/espectador, dado lo fascinantes que llegan a resultar. Esta obra nos presenta uno de esa clase, habla del asesinato sin intentar en ningún momento ni justificar al criminal o incluso juzgar el homicidio en sí, pues su objetivo creo yo es plantear la pregunta que se formula con su mera existencia como producto: ¿es esto solo entretenimiento escapista, o gracias a como aborda el matar, alienta a quienes hojeen la obra a también cometerlo?
Nuestro protagonista es un profesor de Historia del Arte llamado Enrique Rodríguez, que a sus 53 años enseña en una universidad del País Vasco y se encuentra en el punto más alto de su carrera académica. Ha llegado a poseer un alto prestigio entre los círculos por los que se mueve gracias a ser el exponente principal en una corriente de estudio que busca explorar la crueldad como elemento casi omnipresente a lo largo de las décadas en la pintura occidental.
Vive en ese País Vasco donde el terrorismo en forma de la ETA es cosa más recurrente que contraer un resfriado y la violencia es más común que las piedras en las calles. Por esto en su cabeza se ha gestado una idea que ya es como su mantra y dicta su forma de vida: “matar no es un crimen, matar es un arte”. Ese es su secreto, y algo que viene haciendo por años a lo largo de toda Europa, utilizando sus idas y venidas por temas de trabajo para que nadie lo sospeche.
Él no mata por dinero, no mata por poder o algún objeto material, sino que por el mero placer de hacerlo. Le encanta transformar el homicidio en una chance de desatar pasión sin límites, de improvisar algo perfecto de la nada misma, bañar la escena de originalidad, transmitir la mayor belleza extrema posible, con un hermoso colorido. Matar es dejarse tanta alma en su obra como la que los pintores de antaño depositaron en sus cuadros; matar es sentirse vivo y una forma casi preferible de expresión que las demás.
Presenciamos la rutina asesina del profesor, como se prepara para lo suyo, y que a sabiendas de que sus actos traerán mucho dolor a otra persona y ni el mismo tiene argumentos reales para justificar lo que hace, lo hará de igual manera. El guión no cae en reparos morales para examinar la naturaleza humana, no hay castigo que termine cerrando el círculo, no existen víctimas que realmente merezcan la muerte para apoyar al protagonista, nada de nada. Los homicidas existen y ya, e incluso hay algunos que matan sin razón, ve tú qué haces con esa información.
El guión es crudo, cruel y te golpea de lleno en la quijada apenas lees las viñetas iniciales, es honesto sobre las posibilidades que trae el matar, y explora otros temas aparte del central como lo son los lazos de familia, el hambre por avanzar en la carrera profesional hasta alcanzar un puesto soñado, e incluso toca un poco sobre el sentimiento de nacionalismo inherente en cualquier pueblo, en este caso el vasco.
No sé si he podido realmente transmitir la fuerza de este comic hasta ahora, probablemente no… solo diré que su argumento es sólido y macabro. El dibujo en blanco y negro sin grises de por medio representa de forma excelente el aire siniestro y oscuro que emana de todo esto, especialmente cuando Keko deja fluir el rojo sangre chorreando lenta y pegajósamente por las viñetas; y para perturbar más al lector, nuestro protagonista tiene rasgos muy similares al mismo Antonio.
Para aquel a quien este concepto le llame la atención, o solamente quiera abrir sus horizontes hacia algo fuera del tebeo superheróico esto puede ser lo suyo; si resulta muy crudo y gratuito para ustedes, le recomiendo entonces “El arte de volar” del mismo guionista que a diferencia de este comic posee una historia mucho más íntima, emotiva y con harto corazón. Sea como sea, y decidan lo que decidan, en el entretanto yo seguiré explorando esta veta del comic que muy recientemente voy conociendo a fondo, y continuar leyendo lo que Europa tiene para ofrecer.
8.5/10
Post Recomendado: El Arte de Volar (del mismo guionista)